miércoles, 7 de mayo de 2008

Incertidumbre...

Hace días que no escribía y lo estoy haciendo ahora porque me hace falta expresarme, pero no siento el ánimo suficiente para entrarle a cualquiera de los muchos temas de mi país o de la región, que bastante tela dan para cortar, aunque al abordar la razón de mi desánimo estaré aludiéndolos, porque con ello está relacionado y no de forma tangencial, sino directa.
Estoy cansado, muy cansado de la cotidianidad de esta invivible ciudad que es Caracas, la capital de Venezuela; movilizarse en vehículo es una suerte de turismo de aventura que, como tal, nunca se sabe en que va a terminar. Puede que por extrañísimas e insondables razones vivas la mística experiencia de recorrer la ruta necesaria en un tiempo razonable, lo cual te dejará un problema adicional: Qué hacer mientras llega la hora de tu cita...porque como siempre se toma la previsión de salir con anticipación, habrás llegado muy temprano. Pero esto no es regla sino muy rara excepción. Lo normal es pasar horas dentro del vehículo, al cual habrá muy pronto que adaptarle un baño, llevar almohadas y sábanas en la cajuela, así como una razonable provisión de snacks y bebidas a la par de algún juego de mesa, si son varios pasajeros. La situación del tráfico en esta ciudad no puede calificarse de otra forma que de "infernal". No es sólo el altísimo e "in crescendo" volumen de automóviles, es la forma en que conducimos, la negligencia, la "viveza" que es más bien "pendejeza" porque la transgresión de unos afecta a todos y al final al mismo transgresor. Son los peatones que interrumpen el flujo adecuado de las vías cruzándolas en lugares inadecuados, irrespetando los semáforos, cruzando las calles y avenidas con una indolencia que a veces me hace pensar que lo hacen con la expresa finalidad de molestar al que tiene carro, una suerte de envidia o resentimiento, o que se vive un sentimiento colectivo de desesperanza que hace a la gente comportarse como si no le importara incluso que un carro se los lleve por delante. Los conductores de transporte colectivo, autobuses y taxis, son los abanderados de este soberbio desmadre que parece no tener solución, aunque sin dudas las tendría si hubiera una gerencia capacitada e interesada en los grandes problemas de la ciudad y del país. Lamentablemente no la hay y al tráfico y los abusadores se le tiene que sumar el mal estado de las vías. Adicionalmente a lo anterior y aunque el orden pudiera hacer pensar que es de menor magnitud cuando sólo se trata de aspectos diferentes pero concomitantes, está el karma de la inseguridad personal. Caracas, según estadísticas mencionadas con frecuencia por personalidades ligadas profesionalmente al tema y más aun, por lo que se ve, se palpa y es noticia diaria, es una de las ciudades más peligrosas del mundo con una alta tasa de homicidios y con un índice de efectividad policial muy bajo. De tal manera que, además de tener que pasarnos entre cuatro y seis horas al día dentro del carro, debemos hacerlo en un estado constante de atención, previendo de qué lado nos van a llegar una pareja de motorizados pistola en mano para asaltarnos en plena cola, o estar "mosca" al abrir el portón del garage al llegar a casa, no salir de noche y si es necesario hacerlo rezar el rosario antes de salir y andar como pajarito en grama, viendo para todos lados para que no nos vayan a sorprender. Como si esto fuera poco tenemos uno de los índices inflacionarios más altos del mundo combinado, perversamente, con desabastecimiento de rubros que en años anteriores no presentaban problemas, conformando un estrato más en este esquema generalizado de incertidumbre en el que vivimos. Si encendemos la radio o la televisión es muy probable que nos encontremos con una cadena presidencial que suelen durar horas y en las cuales se repite como un ritornello cansón y abusivo la sarta de mentiras y promesas que ya nadie cree y que ofenden cada vez de forma más indignante la inteligencia de un pueblo que alguna vez depositó sus esperanzas en este "proceso" pseudo revolucionario que no ha hecho más que detener el desarrollo del país y enfrentarnos unos a otros por la exacerbación de los resentimientos y el uso de la mentira como instrumento político. De no ser así, nos encontraremos con que de cada diez emisoras seis son del gobierno y de las cuatro restantes tres le hacen la oposición; de forma tal que la política se nos ha metido en los tuétanos y a veces dan ganas de largarlo todo al carajo. Así las cosas, el llevar las cosas del trabajo, la casa, la escuela de los niños, la economía y todo lo que conforma la vida familiar, social, se hace más difícil, obstinante, pesado. Y creo que no es sólo cuestión de lo pesado de la carga que en todas partes del mundo la gente tiene similares obligaciones y luchas. Creo que la diferencia estriba en la falta de paz y en el no tener perspectivas claras del futuro. No se puede vivir en paz cuando la única certeza es la incertidumbre.

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