sábado, 6 de agosto de 2016

Venezuela: un país en agonía.

Estimados conciudadanos del mundo, sabemos que la historia de la humanidad está llena de episodios vergonzosos en los cuales el poder, por el poder, ha subyugado al ser humano hasta límites inimaginables, en las narices del resto de la humanidad; que si nos damos por enterados es como ejercicio de recuento histórico o bien como espectadores inánimes, indiferentes, porque "eso" no nos está sucediendo a nosotros, "eso" está a miles de kilómetros de nuestro confort, "eso" no sucederá nunca en mi país, sin preguntarnos siquiera ¿habrá algo que YO pueda hacer? Probablemente esto sea lo normal, definitivamente no es lo correcto.

En 1992 Venezuela era un país con los problemas típicos de un país rentista, tercer mundista pero con gran potencial de desarrollo, dependiente en gran medida de los vaivenes de los precios petroleros pero no exclusivamente. Había índices de pobreza que no se correspondían con las capacidades teóricas del estado para desarrollar mecanismos que condujeran a subsanar desequilibrios y reducir desigualdades, creando oportunidades para todos. Había descontento social de los grupos socioeconómicos más vulnerables, que constituyen la mayoría de la población, pero también de la clase media que quería, como es natural y deseable, seguir progresando. Sin embargo no era un país en caos, no era un país violento, no era un país sin oportunidades laborales, no era un país políticamente secuestrado, no era un país en las fauces del hambre.

En ese entonces un barril de petróleo se vendía en nueve dólares.

Esos descontentos, unidos a la épica de nuestras raíces como nación, con la gesta emancipadora de Simón Bolívar a la cabeza, cuyo cultivo y exacerbación en la política, historiografía y, en consecuencia, imaginario popular, convirtieron a un soldado bien apercibido de todo esto, ambicioso, ególatra y traidor, en el protagonista de un fallido golpe de estado en 1992 que, gracias al impacto de los medios y a la blandenguería de Rafael Caldera (presidente que otorga el sobreseimiento de la causa), seis años después, 1998, usando los canales que la democracia facilita, llegó a la Presidencia, para luego destruir, como quien quema la escalera que lo llevó a las alturas, para impedir que alguien más pudiera hacerlo, la democracia misma, sentando las bases de una dictadura bajo su poder omnímodo. Allí comenzó a escribirse una tragedia que hoy, después de 17 años, tiene la cara de una crisis humanitaria en pleno desarrollo y con serias probabilidades de convertirse en una guerra civil.

Hugo Chávez Frías, después de 14 años en el poder, se escapó de lo que debió ser un justo y karmático castigo a su super ego, a su narcisismo, a su resentimiento, a su ristra de errores y malas intenciones al morir víctima de un severo cáncer y supuesta mala praxis de sus médicos cubanos; se escapó porque debió ser él quien cosechara lo que sembró, debió ser él quien respondiera al por qué hay venezolanos comiendo de la basura y muriendo en manos de la delincuencia desatada así como por falta de medicinas y atención médica, luego que se vendiera como el gran benefactor de los pobres, a quienes solamente uso como material electoral.

Durante su mandato los precios petroleros experimentaron la subida más alta en la historia, llegando a US$ 147.25 el Brent y la cesta venezolana a promedio de US$ 109.45. Se estima que los ingresos del país durante su ejercicio del poder estuvieron por encima de los US$ 1.500.000.000.000,00 una suma de dinero descomunal que se dilapidó entre la compra de voluntades con fines electorales, regalos y onerosas concesiones a países latinoamericanos a cambio de apoyos regionales e incluso a países europeos y alguna ciudad en EEUU, compra grosera de armamento, pésimas inversiones y, sobre todo, una brutal corrupción que creo toda una nueva élite económica, llamada "boliburguesía", de millonarios en dólares, convirtiendo a sujetos que antes de llegar a cargos públicos no tenían, literalmente, "donde caerse muertos" en potentados con cuentas en paraísos fiscales de miles de millones de dólares, amén de propiedades lujosas en el "odiado imperio" (EEUU) y otros variados y selectos lugares del mundo.

Hugo Chávez, nadie sabe a ciencia cierta por qué, invistió a Nicolás Maduro Moros, individuo sin formación académica, carisma o capacidad de maniobrar en los mares turbulentos que le legaba su mentor, como su heredero poco antes de viajar por última vez a La Habana para realizarse una operación, la cuál, algunos aseveran, fue lo que lo llevó a la muerte, allá, en Cuba, en diciembre de 2012. Dejó la encomienda al PSUV, el partido político de la revolución, de elegirlo como nuevo presidente si el llegaba a estar incapacitado para continuar en la presidencia. Así sucedió, con una muy estrecha diferencia, de 1.5% de los votos, con respecto al candidato opositor, Henrique Capriles, que contribuyó a profundizar la polarización, los odios y las tensiones políticas y sociales en Venezuela. Los reclamos de la oposición por una auditoría apropiada de los votos no prosperó, haciéndose en su lugar una pantomima de la cual fue cómplice la comunidad internacional, especialmente Unasur y OEA con su tibia actitud ante palmarias evidencias de un fraude continuado por parte del gobierno, prevalido de todo el poder del Estado.

Han pasado tres años desde entonces y no podía haber resultado peor. No es descabellado pensar que al final del día Hugo Chávez odiaba a Venezuela o a los venezolanos y por ello dejó las directrices para investir a Maduro de un poder que no podría manejar, para que no hubiera posibilidad de que lo "superaran" o más aún, dada la lealtad perruna de Maduro a los Castro, para terminar de instalar ese absurdo modelo comunista cubano que acabó con la dignidad de la vida de los ciudadanos de esa isla, en principio, y que ahora lleva a los venezolanos por la calle de la amargura. El coctel de mala administración y destrucción del aparato productivo del país llevado a cabo sistemáticamente durante diecisiete años, la asunción de copartidarios en todos los cargos del Estado, civiles y militares, sin capacidad para desempeñar exitosamente sus funciones y la caída de los precios del petróleo hicieron estallar en mil pedazos el espejismo castrochavista; ya no hay dólares para solapar con importaciones de hasta el aire que respiramos, la incapacidad, la desidia y la corrupción. El tejido empresarial y productivo está roto y el social es una degradante miseria por donde se le mire.

Hoy en Venezuela hay hambre porque las distorsiones económicas ocasionadas por el modelo castrochavomadurista (Castro, Chávez y Maduro) han ocasionado una crítica escasez de los artículos básicos de la dieta del venezolano como harinas de maíz y trigo, arroz, pastas de sémola, margarinas, azúcar, leche, café, crema dental, pañales, jabón de baño, detergentes, fórmulas lácteas para bebés, entre otros, mientras carne pollo y pescado se consiguen a precios que rondan un tercio del salario mínimo mensual el kilogramo y la charcutería, por ejemplo el jamón de pierna, cuesta aun más. Hay hambre porque las posibilidades de generar más ingresos en la familia están severamente reducidas dado los altos índices de desempleo y la dificultad de conseguir insumos para pequeños emprendimientos como la venta de comida popular, perros calientes (hot dogs), empanadas, arepas, que han sido tradicionalmente formas de ganarse la vida para muchos. A diario cierran empresas que ya no pueden soportar la crisis y con ello se incrementa el desempleo y la desesperanza. Las colas (filas) de personas esperando a las puertas de los supermercados que llegue alguno de los productos básicos que aún tienen precios controlados son kilométricas y generalmente comienzan en la noche del día anterior a la compra, que está reglamentada por el número terminal del documento de identidad, lo cual le deja a cada persona sólo un día de oportunidad para "tentar la suerte" de que después de muchas horas de espera no le digan que no hay nada.


Comen de los desperdicios de los restaurantes para paliar el hambre.


Todo esto ha generado una nueva suerte de comerciantes inescrupulosos, personas a motu propio pero también grupos organizados en los cuales se dice hay funcionarios del oficialismo, policías y militares involucrados, que son llamados "bachaqueros", que se hacen por todos los medios posibles, incluyendo las amenazas, la violencia, extorsión y el soborno, de los productos de la dieta básica para luego revenderlos a precios diez veces por encima de su valor. Esto incluye medicamentos.

Mientras tanto, el régimen sigue empeñando todos los esfuerzos que debería estar utilizando para solventar la crisis en estrategias y tácticas para mantenerse en el poder a toda costa, evitando la ejecución del recurso constitucional del Referéndum Revocatorio que de realizarse en 2016, como debe ser, ejectaría del poder no solo al presidente sino a todo el gobierno; de postergarse, como es la intención del régimen, para el 2017, sacaría a Nicolás Maduro de la presidencia pero todo lo demás quedaría igual. Estos esfuerzos incluyen la violencia física y encarcelamiento contra los opositores, como Leopoldo López, que lleva más de dos años injustamente preso en una cárcel militar, pero sobre todo la violencia institucional. Aun más descaradamente que cuando Hugo Chávez gobernaba, el régimen de Maduro ha terminado de quitarse la careta administrando al Tribunal Supremo de Justicia como se administra a un bufete privado de abogados para, torciendo groseramente la Constitución, anular todos los actos de la mayoritariamente opositora Asamblea Nacional, que es el Congreso o Parlamento de la República, elegida por abrumadora mayoría de votos en las elecciones del pasado 6 de diciembre de 2015 e instalada el 5 de enero del año en curso y que constituye en estos aciagos momentos la única institución legítima del Estado. Los intentos del ente legislativo por ejercer sus funciones constitucionales y liderar una re institucionalización de Venezuela son diariamente pisoteados por el régimen a través de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia que anula arbitrariamente sus resoluciones y los constantes gruñidos de Nicolás Maduro quien ha amenazado con disolver el Parlamento, con lo cual se desconoce la voluntad del electorado que les eligió, dando fe de cuán demócrata es el régimen en el poder y agregando condimentos a este explosivo caldo del cual la ciudadanía da cada día más muestras de estar harta.

Nuestra situación es real y abrumadoramente crítica. Hay hambre, desnutrición; la gran mayoría de los venezolanos hemos perdido peso en escalas que van, entre la gente que conozco y con quienes converso en las colas (filas), entre 10 y 25 kgs. El hambre constante por la baja ingesta de calorías es un castigo que no se merece ningún ser humano, sobre todo si los recursos que su país produce han sido suficientes para que su nivel y calidad de vida estuviera a nivel de los países de primer mundo, de no haber ido a parar al bolsillo de los corruptos o a las arcas de otros países a quienes se les ha comprado no sólo mercaderías sino también conciencias para mantener silencios cómplices ante los crímenes de lesa humanidad que aquí se están cometiendo.

La única salida viable, en el marco democrático, pacifica y electoral es el referendo revocatorio, es un derecho contemplado en nuestra Constitución y debe ser realizado sin los obstáculos que está interponiendo el régimen, este año. Cualquier otra cosa apunta a la permanencia de facto del régimen en el poder y la profundización de la crisis humanitaria. Necesitamos del concurso de cada venezolano para hacer valer nuestro derecho a un cambio de gobierno que traiga a la vez el cambio del modelo económico que nos ha arruinado; pero también necesitamos de la ayuda internacional. Organismos como la OEA y ONU deben actuar de manera contundente para que el régimen respete la Constitución, los presidentes de los países democráticos del mundo deben alzar enérgicamente su voz para exigirlo.

Estimados conciudadanos del mundo, sabemos que la historia de la humanidad está llena de episodios vergonzosos en los cuales el poder, por el poder, ha subyugado al ser humano hasta límites inimaginables, en las narices del resto de la humanidad; que si nos damos por enterados es como ejercicio de recuento histórico o bien como espectadores inánimes, indiferentes, porque "eso" no nos está sucediendo a nosotros, "eso" está a miles de kilómetros de nuestro confort, "eso" no sucederá nunca en mi país, sin preguntarnos siquiera ¿habrá algo que YO pueda hacer? Probablemente esto sea lo normal, definitivamente no es lo correcto.

Ojalá, los ciudadanos que conocen de nuestra situación quieran también hacerse presentes de alguna forma. Habrá todo un país agradeciéndoles.

José Bianco

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Como una forma de captar recursos para ayudar a alguna gente muy necesitada de nuestro entorno estamos construyendo esta iniciativa a través de la cual ofrecemos a usted una tarjeta de Navidad electrónica con motivos venezolanos que podrá descargar gratuitamente y, si desea ayudar, hacer un donativo. No somos una ONG ni una institución de caridad registrada, tampoco buscamos lucrar de esta tragedia; simplemente queremos hacer lo que esté a nuestro alcance para ser útiles a y solidarios con nuestros hermanos. Cualquier aporte a través de la cuenta PayPal será profundamente agradecido.

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