Conciliar: Poner en paz a los que están en desacuerdo o en lucha. Conformar o hacer compatibles dos ideas, doctrinas, etc., aparentemente incompatibles.
Reconciliar: Volver a conciliar.
Cansancio, frustración, rabia, incertidumbre, impotencia, desconfianza, inseguridad…¿Pueden ser estos conceptos-sentimientos generadores de una sociedad nueva..? Sí. Pueden serlo, de una forma explosiva, violenta, lamentable, si este sentir que, en mí opinión, es cada vez más extendido y profundo, no es canalizado a tiempo hacia un estadio de conciliación. Ahora bien, ¿Qué es lo que hay que conciliar? En primer lugar, el país que queremos los venezolanos; y sobre ese particular estamos divididos y no importa quién tiene mayoría ya que cualquiera que fuera el rumbo que tomara la república en términos del sistema de gobierno y sus implicaciones, si no es producto de un gran acuerdo nacional, dejaría a la otra parte inconforme y en actitud de resistencia ante algo que no comparte ni aprueba, con el consecuente mantenimiento del clima de ingobernabilidad que con sus altos y bajos no nos ha abandonado en los últimos ocho años. Es imperativo que tanto los que hacen gobierno como los que están del otro lado entiendan, tan pronto como sea posible que ninguno se impondrá al otro sin dejar tras la imposición un reguero de lamentables consecuencias, que no hacen más que retardar la entrada de Venezuela, el país de todos, al mundo de la paz y el progreso.
Próximamente habrá en el tapete una oportunidad de oro para reencontrar los caminos de la sindéresis, del consenso, de la cordura: La reforma de la constitución. Si ese proceso se aborda desde la perspectiva honesta de un gran debate nacional, con la participación real y efectiva de la mayoría de los venezolanos en edad de elegir y barajando un mazo de cartas sin marcar en el cual se presenten alternativas que permitan la búsqueda de un término medio entre lo que se quiere imponer a troche y moche y lo que importantes sectores de la sociedad desean para el país, respetando los resultados de la consulta que ello generaría, seguramente comenzaríamos a ver luz al final del túnel. Es cierto, al menos para mí, que el sistema capitalista está obligado a volver su mirada hacia el hombre ya que en ello se le va la existencia, pero no sólo al capitalismo sino que al hombre mismo, porque no veo otra forma de suplir, equilibradamente, las necesidades de progreso social sin la generación de recursores económicos que hagan sostenible la distribución de las riquezas. No puede el estado, ningún estado, por rico que sea suplir por sí mismo, vía subsidios, dádivas, o como se le quiera llamar, las necesidades de la sociedad porque estas son crecientes e infinitas si se les proyectan hacia el futuro, mientras que las capacidades del estado en términos de riquezas y posibilidades de justa distribución son limitadas. Es por ello que la riqueza hay que estarla creando constantemente y administrarla con transparencia y respeto al esfuerzo que la crea y al derecho de quienes aspiran sea usada para el mejoramiento de su calidad de vida, para poder acercarse cada día al ideal de justicia social que todos anhelamos. Esto no se hizo en el pasado ni se está haciendo hoy y ya se está agotando el tiempo para que el tránsito hacia la conciliación pueda hacerse sobre la discusión respetuosa y civilizada de las ideas; la otra opción, estoy seguro, no la queremos la gran mayoría de los venezolanos.
José Bianco
jgcbianco@yahoo.com
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