lunes, 21 de abril de 2008

Dejavú...

José Antonio se sentó en la desvencijada silla de mimbre y encendió la colilla que había recogido del piso a la entrada del rancho. Se quemó un poco los dedos. Era casi un filtro y en dos chupadas ya no quedaba nada, como de los dos mil doscientos millones de bolívares que había ganado en la lotería cinco años atrás…La última voluta de humo lo transportó a los días recién pasados en los que compraba los cigarros por cajas así como compraba por cajas el güisqui, la champaña, el caviar y todas esas finezas que le enseñaron a degustar, porque un rico, aunque sea nuevo, tiene que vivir como tal, ¿o no? También recordó la cantidad de amigos de todos los estratos y creencias, de todos los colores y religiones, grandes, chicos, blancos, negros, que tenía cuando chequera en mano no le temblaba el pulso para ayudar a propios y extraños, para pagar la cuenta de la rumba sin importar el monto, para regalarle apartamento a cuanta querida se le atravesó en su rutilante camino, con carro incluido, para comprar cuanta chatarra le metieron por los ojos como grandes inversiones, para pagar afectos que nunca supo ganar con afectos, para lisonjearse ante una foto de sociales en la prensa. No entendía por qué ahora estaba allí en aquel ranchito de piso de tierra, tan parecido al del cual había salido cinco años atrás; hasta llegó a plantearse la posibilidad de que todo aquello no hubiese sido más que un sueño. Una araña bajó del techo y se comió a una mosca que lo miraba con lástima.

José Bianco
C.I.: 5.554.274
jgcbianco@yahoo.com

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