EL HOMBRE NUEVO.
FARC, ELN, AUC, Ahmadinejah, Castro comunismo, Chávez, fascismo, totalitarismo, militarismo, no son más que diferentes representaciones de la misma tragedia: La negación del ser humano como ente libre de decidir su destino. La exaltación del capricho de pocos para la desgracia de muchos, la dictadura de las minorías, el enmascaramiento de las ansias de poder de cuatro mentecatos que usan la palabra como instrumento de encantamiento de las grandes masas de ignorantes, resentidos, marginados, olvidados, para usarlos como pendejos necesarios que cuando al fin alzan la vista y se dan cuenta de que lejos de mejorar su calidad de vida han empeorado ya están metidos en un campo de concentración, con sus miserias aumentadas y sus esperanzas raídas, sin derecho a pataleo porque de hacerlo son etiquetados de gusanos, contrarrevolucionarios, traidores, etc.,etc.,etc.; obligados a callar o a la segregación violenta o a la cárcel. Los ejemplos son tan amplios y convincentes, del formidable fracaso de ese insensato intento de jugar a Dios, con la idea del “hombre nuevo”, que hay que estar profundamente aislado de la historia moderna de la humanidad para ignorarlo. Y no es que no crea que haya cabida para la idea de un hombre mejor, más humano y solidario, más moral y espiritual, más alma que carne; lo creo y lo anhelo. Pero esto debe ser el producto de nuestro libre albedrío, de la convicción de que es necesario un viraje para hacer de este mundo el imperio de la justicia y de la igualdad de oportunidades, de proposiciones viables, accesibles, respetuosas y no violentas, de grandes consensos sociales que generen un gran plan de alcance universal, que logre entusiasmar y hacer participar a la mayor parte de la humanidad en tal empeño, no de la imposición, del atropello, de la mediatización, del engaño, que no hace otra cosa que empeorar lo que ya está mal. Lo que día a día vivimos en Venezuela es una especie de escalada hacia la negación de lo racional, un intento frenético por pervertir todos los valores y principios que han signado nuestra historia como pueblo, como sociedad, como país. Como sucedió en la extinta Unión Soviética de Stalin, en la China de Mao, en la Alemania de Hitler, en la Italia de Mussolini, para citar sólo algunos de los más relevantes y conocidos casos de preeminencia de la locura del personalismo, nuestra Venezuela ya se desliza por ese infernal tobogán que un hombre encera hora tras hora para asegurarse que la caída sea veloz y sin obstáculos, no importa que en ese tobogán estemos montados todos, lo queramos o no.
Atardece en este día aciago de nuestras venezolanas vidas y no hay arreboles ni crepúsculos sino un gris que tiende a negro. Creí que los resultados del referendo del 2 de diciembre harían reflexionar al Señor Presidente acerca del rumbo a seguir. Poco tiempo ha bastado para convencerme de lo contrario. El ejercicio de la reflexión requiere de equilibrio entre la capacidad de racionalizar y el control de lo emocional, de lo visceral, del onirismo, y parece que el Señor Presidente no cuenta con tal equilibrio.
José Bianco
jgcbianco@yahoo.com
FARC, ELN, AUC, Ahmadinejah, Castro comunismo, Chávez, fascismo, totalitarismo, militarismo, no son más que diferentes representaciones de la misma tragedia: La negación del ser humano como ente libre de decidir su destino. La exaltación del capricho de pocos para la desgracia de muchos, la dictadura de las minorías, el enmascaramiento de las ansias de poder de cuatro mentecatos que usan la palabra como instrumento de encantamiento de las grandes masas de ignorantes, resentidos, marginados, olvidados, para usarlos como pendejos necesarios que cuando al fin alzan la vista y se dan cuenta de que lejos de mejorar su calidad de vida han empeorado ya están metidos en un campo de concentración, con sus miserias aumentadas y sus esperanzas raídas, sin derecho a pataleo porque de hacerlo son etiquetados de gusanos, contrarrevolucionarios, traidores, etc.,etc.,etc.; obligados a callar o a la segregación violenta o a la cárcel. Los ejemplos son tan amplios y convincentes, del formidable fracaso de ese insensato intento de jugar a Dios, con la idea del “hombre nuevo”, que hay que estar profundamente aislado de la historia moderna de la humanidad para ignorarlo. Y no es que no crea que haya cabida para la idea de un hombre mejor, más humano y solidario, más moral y espiritual, más alma que carne; lo creo y lo anhelo. Pero esto debe ser el producto de nuestro libre albedrío, de la convicción de que es necesario un viraje para hacer de este mundo el imperio de la justicia y de la igualdad de oportunidades, de proposiciones viables, accesibles, respetuosas y no violentas, de grandes consensos sociales que generen un gran plan de alcance universal, que logre entusiasmar y hacer participar a la mayor parte de la humanidad en tal empeño, no de la imposición, del atropello, de la mediatización, del engaño, que no hace otra cosa que empeorar lo que ya está mal. Lo que día a día vivimos en Venezuela es una especie de escalada hacia la negación de lo racional, un intento frenético por pervertir todos los valores y principios que han signado nuestra historia como pueblo, como sociedad, como país. Como sucedió en la extinta Unión Soviética de Stalin, en la China de Mao, en la Alemania de Hitler, en la Italia de Mussolini, para citar sólo algunos de los más relevantes y conocidos casos de preeminencia de la locura del personalismo, nuestra Venezuela ya se desliza por ese infernal tobogán que un hombre encera hora tras hora para asegurarse que la caída sea veloz y sin obstáculos, no importa que en ese tobogán estemos montados todos, lo queramos o no.
Atardece en este día aciago de nuestras venezolanas vidas y no hay arreboles ni crepúsculos sino un gris que tiende a negro. Creí que los resultados del referendo del 2 de diciembre harían reflexionar al Señor Presidente acerca del rumbo a seguir. Poco tiempo ha bastado para convencerme de lo contrario. El ejercicio de la reflexión requiere de equilibrio entre la capacidad de racionalizar y el control de lo emocional, de lo visceral, del onirismo, y parece que el Señor Presidente no cuenta con tal equilibrio.
José Bianco
jgcbianco@yahoo.com
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