lunes, 4 de agosto de 2008

Los 90 del 46664


Publicado: Dom Ago 03, 2008 3:12 am
Título del mensaje: Tulio HERNÁNDEZ: Los 90 del 46664


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Opinión
Tulio Hernández
ND / El Nacional

Los 90 del 46664

Entre las imágenes televisivas más felices que haya presenciado alguna vez, recuerdo con particular intensidad las del acto de toma de posesión de Nelson Mandela como presidente de la República de Suráfrica, ocurrido el 10 de mayo de 1994. Se trataba por supuesto de un acontecimiento excepcional.

De una parte, porque la ocasión ponía punto final al apartheid con el que la minoría blanca de aquel país se empeñó en alargar el vergonzoso régimen racista que en todo el mundo se condenaba como una anacronía inaceptable. Y, de la otra, porque el suceso era una suerte de final feliz, de acto de justicia y reconocimiento histórico, para un hombre que había sacrificado buena parte de su vida luchando contra esa patología de las relaciones entre los seres humanos que ha constituido el racismo.

Las imágenes eran de felicidad contagiosa. Pero lo inolvidable fue la insistencia de Mandela en declarar el comienzo de una nueva era para Suráfrica que exigía, como condición para la convivencia democrática, la reconciliación entre todos los pobladores del país y el llamado a no ejercer el racismo al revés, es decir, a no cometer abusos contra los ciudadanos y las familias blancas ahora que las relaciones de poder, al menos del político, se habían revertido.

En alguno de los actos de aquel día el flamante nuevo Presidente preguntó a la multitud festiva: "¿De qué hablan nuestras heridas?" y luego de hacer silencio, escuchar serenamente lo que los asistentes respondían con uno que otro reclamo de venganza, él mismo se respondió algo así como: "Nuestras heridas no hablan sólo de nuestro sufrimiento. Hablan, sobre todo, de lo que no le debe ocurrir nunca más a nadie, en ningún lugar del planeta".

Con aquella frase Mandela explicaba con claridad de buen maestro lo que, sin duda, había sido su aprendizaje fundamental luego de su largo sacerdocio político, incluyendo los casi 28 años de prisión: que era un acto de cinismo luchar desde la posición de víctima contra la injusticia en cualquiera de sus formas si luego, en posiciones de poder, se pasa al papel de victimario.

Otras imágenes televisivas, esta vez las de un reportaje sobre un grupo de mujeres indígenas bolivianas tejiendo colectivamente a mano una ruana con lana de vicuña para enviársela a Nelson Mandela como regalo por la celebración de sus 90 años de existencia, cumplidos el pasado 18 de julio, me han invitado a recordar aquellas escenas de 1994, cuando a la edad de 74 años se convirtió en el primer presidente surafricano elegido de modo democrático. No hay que olvidar que hasta ese momento en Suráfrica sólo podían votar los blancos.

El cumpleaños de Mandela ha sido celebrado en todas partes. Ha llegado a sus 90 años convertido en auténtico símbolo de la lucha por los derechos humanos. Probablemente sea uno de los líderes mundiales que genera mayor consenso y una de las personas que más reconocimientos internacionales haya recibido en vida.

Hace años, cuando aún estaba en prisión, Venezuela, bajo el gobierno de Luis Herrera Campins, le otorgó el Premio Internacional Simón Bolívar.

Y, en 1993, le fue concedido el premio Nobel, compartido con Frederick Willem de Klerk, el último presidente blanco de Suráfrica, "por sus esfuerzos conjuntos para conservar la paz durante el desmantelamiento del régimen segregacionista del apartheid y la transición a la democracia".

Para que no dudemos de sus convicciones, periódicamente aparece en escena para denunciar injusticias o promover causas sociales. Recientemente presentó un severo alegato contra la pobreza que asedia al pueblo surafricano. En junio, desde Londres, rompiendo con su línea de no interferir en temas internos de otros países africanos, denunció los crímenes y abusos políticos del régimen de Mugabe. Y la fundación que lleva su nombre desarrolla una intensa actividad de búsqueda de fondos para la lucha contra el sida, que azota implacable en muchos lugares de África.

Como recuerdo de este cumpleaños quedarán la colección de monedas que el Tesoro Surafricano hizo acuñar, una serie de estampillas de correo, y la venta de brazaletes de plata, oro y platino con el número "46664", el mismo que llevó sobre su camisa en los 27 años de preso político

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