El sistema cubano hace esfuerzos por mantenerse y estos infelices de aquí le solicitan luces.
Dejen que los muertos entierren a sus muertos” es uno de los mandatos de Jesús de Nazareth que todavía produce ruido en los oídos de quien lo lee. Con él conminaba a sus seguidores a que dejasen a los demás ocuparse de sus cosas, que ellos tenían algo mucho más importante entre manos: buscar el Reino de Dios y su justicia, como les venía repitiendo incesantemente.
Más allá de la inmediata interpretación -que el contexto en el que ese mandato fue pronunciado nos aclara- parecería obvio que bien pudiera pensarse que, lo que Jesús quiere proponernos es que nos preguntemos hacia dónde, y por cuánto tiempo un ciego podría guiar a otro ciego. Y aún más allá, que hay muchas cosas que sólo los necios (es decir, los que para todos los efectos están muertos) se empeñan en proseguir.
De esto, precisamente, es que queremos hablar hoy con tan vasta audiencia: del asombroso seguimiento que unos necios se empeñan en realizar a unos muertos que han tenido la viveza de proponerse como guías. Veamos con atención, los corrillos de Venezuela y la opinión que por todos lados se airea dan cuenta del inmenso poder que han asumido los más tenaces -y por ello mismo, los peores ciegos- del experimento cubano.
Se nos dice que toda la agotadora y sudorosa pesadilla a la que Hugo Chávez viene sometiendo al país, incluso a muchos de sus seguidores, tiene su fuente en los “expertos” del castrismo cubano; las forzosas y suicidas “nacionalizaciones” de cuanto negocito maltrecho hay en la comarca y la toma inmisericorde de cuanta tierra ajena tiene la desgracia de que le pongan el ojo que antecede al arrebatón, de ellos emana.
Que a equipos enteros de ese fallido experimento les ha sido entregado, no sólo el muy importante asunto de los sistemas de identificación nacional, sino algo más grave aún: la seguridad misma del Estado, es decir, del régimen que lo mantiene (¿por cuánto tiempo?) secuestrado, es ya un rumor cansón.
En otras palabras, que justo en momentos en los que reina el desconcierto en todo el vasto aparato que, por cincuenta años no ha hecho otra cosa que mantener a Cuba en un puño, quieren dar lecciones sobre lo humano y lo divino a la secta minoritaria que pretende realizar lo imposible: producir en la costa sur del mar Caribe un clon de ese experimento. Y lo más increíble, creer que los venezolanos están dispuestos a calárselo.
Ni que decir tiene que el grueso de los venezolanos -los que no han caído en las redes ideológicas y hasta comerciales de la secta gobernante- confía en que, la monstruosa ineptitud que durante diez años llevan demostrando estos potenciales instrumentadores de la experiencia cubana, logrará lo que ellos creen imposible: el fracaso estruendoso de su pretensión.
Y tiene sobradas razones para ello: la más importante, que el mismo sistema cubano ya hace aguas por todas partes y que su “recuperación” económica, sin cambiar radicalmente ese mismo sistema, es una tarea imposible, absolutamente sin esperanzas. Las noticias que llegan de la isla, en efecto, hablan de cómo todo el dineral que estos irresponsables de la secta venezolana vertieron en esa isla no han conseguido, ni siquiera, mantenerla a flote. Perplejos y temerosos por lo que les aguarda, estos equipos no encuentran qué hacer.
Nada mostró mejor esa perplejidad que el patético discurso que diera Raúl el 26 de Julio siguiente a su asunción al poder: Cuba ha retrocedido en rubros tan importantes como el de la alimentación, mostrando que quien la mantenía a flote era la masiva ayuda soviética, la misma ayuda que fue una de las causas principales del colapso de aquel sistema. Uno de los estribillos más lastimeros de aquellas exiguas seis cuartillas de Raúl fue la insólita propuesta de seguir “construyendo el socialismo”& ¡después de cincuenta años de parálisis!
¿Es a ese socialismo al que nos quieren llevar a rastras? ¡Por Dios! Un sistema postrado, con un enfermo a quien ahora le ha dado por enviar urbi et orbi encíclicas sobre cualquier tema, mientras paraliza al fiel hermano que, bordeando los ochenta, está más perdido que el hijo de Lindberg, no parece el guía más adecuado. El sistema cubano, dando traspiés en medio de un cuarto oscuro, hace esfuerzos por mantenerse y estos infelices de aquí le solicitan luces. Habrase visto.
Sea lo que sea, los acontecimientos se desatan con una rapidez que no da pié a elucubraciones. Cuba, se anunció este domingo, reasume las conversaciones con la administración Obama y es al Norte al que vuelven sus esperanzas
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