jueves, 10 de julio de 2008

Alguien preguntaba en un foro: ¿Cómo sería la Venezuela de tus sueños?


Una Venezuela soñada es posible, perfectamente posible. Aun a pesar del profundísimo daño que le hemos hecho en los últimos veinte años, con marcado énfasis en los últimos diez. El primer aspecto a resolver, en mi "Plan para la Venezuela del Primer Mundo" es una dualidad de emergencia:
Reconstrucción del sistema de servicios públicos y disminución de los volúmenes de deuda externa. Se le da, en principio, más valor a que la gente pueda ir a un hospital y ser efectiva y eficientemente atendida, que a la solución del problema de la vivienda, por citar sólo un aspecto y a la reducción de las obligaciones crediticias por ser un lastre paralizante.

El segundo tramo tiene que ver con la seguridad jurídica y personal. Reconstrucción de la plataforma legal para que las inversiones tengan terreno fértil para la reindustrialización del país, pero no en los términos que conocemos, sino que bajo la orientación de las tecnologías de punta, con alta presencia de robótica y know how de avanzada. Propiciar la investigación y desarrollo, la actividad científica para generar respuestas propias a problemas propios. Esto debe generar una primera respuesta al problema de la inseguridad personal, incrementando oferta de trabajo y oportunidades de ascenso social.

La educación debe conducirse a la creación de respuestas oportunas y prácticas a los problemas estructurales que nos aquejan. Hay que aumentar la producción de técnicos para el sector agroindustrial, sin "fast tracks", para el sector de las ciencias de la información, para las nuevas industrias con tecnología de punta, para el campo de las ciencias sociales, para los cuerpos policiales. Un gran plan de educación, como pilar del desarrollo, serio, sin populismos malolientes, es posible sin importar cuánto cueste, mientras el costo esté en relación con los beneficios planeados.

¿De dónde saldrá el dinero..? El único recurso de Venezuela y todos lo sabemos, no es el petróleo. Hoy día se sacan sin control y con la complicidad de quienes deberían impedirlo, toneladas de oro y diamantes, cientos de miles de metros cúbicos de madera y otras riquezas que a nadie parece importarle. Una planificada y racional explotación y administración de esos recursos pueden y deben ser la base, junto con las divisas petroleras, para la verdadera revolución de nuestra sociedad. Una revolución de trabajo calificado, productivo, generador de riqueza que a su vez genere más riqueza para que distribuida de una forma más justa, haga de la pobreza una cifra en vías de extinción.

La construcción de viviendas, autopistas, carreteras y puentes, son, per sé, unos geniales recursores: Producen soluciones habitacionales y de comunicación, lo cual mejora la calidad de vida de la familia, el flujo de mercaderías y la reducción de los fletes, por ejemplo, pero además, son actividades de gran convocatoria de mano de obra especializada y no especializada, lo cual apunta a la disminución de varios problemas a la vez.

En fin, son tantas las cosas productivas que todos sabemos que se pueden hacer para edificar la Venezuela que deseamos, que no basta este espacio para recrearlas. Eso sí, no tenemos mucho tiempo para comenzar a trabajar en ello. Si los intentos de demolición no son detenidos, con una ferrea y democrática convicción ciudadana, no habrá oportunidad de seguir soñando...

En resumen, quiero un país de personas educadas, de buenos modales, cordiales, solidarias, sin pugnas radicales de ninguna clase, prósperas, con el sentido del humor que nos ha caracterizado, respetuosos de Dios y de nuestros semejantes, donde la única preocupación sea crecer como seres humanos.

Amar a Venezuela no es sólo decirlo, es hacer por ella lo que debemos hacer, hoy, mañana, todos los días.


Saludos,

José Bianco

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